Crecer rápido, crecer despacio
Dinero fácil. Supervivencia. Fortunas que desaparecen. Aversión a las pérdidas, contabilidad mental y exceso de confianza.
La gente quiere ganar dinero fácil. Y rápido. Se buscan atajos y se evitan los esfuerzos y las esperas. En palabras de Warren Buffett, "nadie quiere hacerse rico despacio".
El dinero fácil aparentemente existe, aunque está al alcance de unos pocos. Quien desee explorar alguna idea, cuenta con casi un millón de respuestas en Google:
El mayor problema, cuya solución difícilmente se encuentre en un buscador, es que el dinero que llega fácil, también se va fácil.
Árboles que envejecen
En bosques milenarios, los árboles jóvenes pasan sus primeros doscientos años esperando pacientemente a la sombra de sus padres. Mientras se esfuerzan por crecer unos pocos centímetros más, desarrollan una madera increíblemente densa.
En cambio, en los bosques más recientes, creados y gestionados por el hombre, los árboles crecen más rápido, sin que la sombra de sus padres los detenga. Por lo tanto, sus células leñosas son más grandes de lo normal, pero contienen mucho más aire, lo que los hace más susceptibles a los hongos. En consecuencia, los árboles que crecen rápidamente, también se pudren rápidamente, perdiendo la oportunidad de envejecer. (*)
Negocios
Por diferentes motivos, el rápido crecimiento de las empresas también las vuelve frágiles ante múltiples tipos de “hongos corporativos”. El control se convierte en un enorme desafío cuando el progreso es vertiginoso.
La contratación del personal idóneo, así como su adaptación y formación resultan vitales de cara a las cambiantes dinámicas internas (cultura organizativa, trabajo en equipo, delegación de responsabilidades) y externas (relaciones con clientes, proveedores, etc.). El impacto administrativo no es menor: una evolución en las ventas exige nuevos procesos, desarrollos logísticos e informáticos, impactos contables e impositivos y un soporte adecuado. De esta manera, el liderazgo se enfrenta a presiones permanentes en todos los frentes. Inevitablemente se incurre en mayores gastos y enormes inversiones. La necesidad de financiación se vuelve recurrente, ya sea a través de la atracción de capitales externos o contrayendo deuda. No solo la reputación está en juego, sino también la supervivencia.
En cambio, un ritmo de crecimiento regular facilita la respuesta temprana y efectiva ante cada demanda. Se cuenta con el tiempo necesario para la adaptación, el aprendizaje y la solución de problemas. A pasos firmes, la expansión se torna más sólida, robusta y segura.
Patrimonios
El crecimiento rápido es débil. Esta máxima es aplicable a diversos ámbitos. Las finanzas personales es uno de ellos. Al igual que los árboles y las empresas, los patrimonios familiares que crecen rápidamente, también tienden a desaparecer rápidamente. Sucede muy a menudo. Pocos logran mantenerse ricos.
Un ranking de la revista Forbes reveló que la mayor parte de las grandes fortunas de la década de 1950 ya no existen después de tres generaciones. “Padre Empresario, hijo millonario y nieto mendigo”, reza un viejo dicho.
El sudor de mi frente
El esfuerzo, tiempo y sacrificio que cuesta alcanzar la riqueza está directamente correlacionado con la preocupación por perderla. Para quienes supieron acumular grandes ahorros, estos representan trabajo duro y tesón. Por ese motivo, le darán más importancia a su patrimonio acumulado. Esto es especialmente cierto para quienes construyeron su fortuna a partir de ingresos modestos, a base de disciplina financiera y gran dedicación.
En cambio, quienes se enriquecieron por obra del destino, como aquel que se ganó la lotería, o quienes aprovecharon una gran oportunidad de negocio o una fama pasajera, no sienten esa aversión a las pérdidas que provoca el sudor acumulado, esa paranoia de ver como se derrumba el castillo que construyó a lo largo de toda una vida. Eso explica por qué casi la totalidad de las personas que ganan un gran premio mediante juegos de azar lo pierden todo entre tres y cinco años después.
En demasiadas ocasiones, este fenómeno también ocurre a quienes explotan, generalmente con gran sacrificio, un extraordinario talento artístico o deportivo. El motivo, en estos casos, suele ser la peligrosa combinación de desconocer el funcionamiento del dinero, encontrarse de repente con demasiado capital para manejar junto con abundantes tentaciones a su alrededor, y rodearse de las personas equivocadas.
Contabilidad mental
El economista Richard Thaler acuñó el concepto de contabilidad mental para referirse a esta idea. Según su teoría, el cerebro ve a ese dinero caído del cielo como si no fuese suyo de verdad, como una especie de regalo inesperado. Cuando obtenemos una suma que no esperábamos, por ejemplo, a través de un juego de azar o un reconocimiento extraordinario por nuestro trabajo, tendemos a derrocharlo. Se siente como dinero gratis, como un regalo que merece ser canjeado por un gusto o un placer sin sentir la culpa de perder lo que es “nuestro”, sin afectar a nuestras finanzas y a nuestros planes.
Según su procedencia, atribuimos un valor distinto al dinero. De esta manera, llevamos una contabilidad mental para aquel ganado con esfuerzo, como un salario, y otra distinta para el que viene de regalo, como una herencia o un premio. Al primero lo valoraremos y cuidaremos más que al segundo.
Demasiada confianza
Eventualmente, el éxito y la riqueza vienen acompañados de cierta soberbia que puede convertirse en el mayor impedimento para mantenerse rico. A veces, cuando nos va bien, nos convencemos de que estamos haciendo todo perfectamente. Se eleva la autoconfianza y se refuerza la resistencia al cambio para adaptarnos a un mundo dinámico, con la ilusión de que tenemos todo bajo control.
El exceso de confianza es un sesgo emocional que nos lleva a sobreestimar nuestras propias habilidades e infravalorar los riesgos que nos pueden dejar afuera del juego ante un resbalón. Se trata de otro camino fácil y directo para dilapidar fortunas.
Largo plazo
Un patrimonio construido poco a poco desde los cimientos puede resultar tan sólido como el árbol del bosque milenario. El ahorro y el interés compuesto combinados proveen la fortaleza necesaria para que viva durante décadas o incluso siglos.
(*) Fuente: The Secret Wisdom of Nature, de Peter Wohlleben