Diversificar o concentrar
Cuántas acciones debemos tener en cartera. El punto de equilibrio entre concentrar para maximizar la rentabilidad y diversificar para minimizar el riesgo.
Todo inversor debe escoger entre maximizar sus chances de ganarle al mercado o vacunarse contra el riesgo. Es decir, entre diversificar o concentrar sus activos.
Vecinos conservadores vs. Vecinos arriesgados
En el pueblo “A” somos 25 vecinos, tenemos €100.000 y necesitamos reunir €50.000 adicionales para una obra. Solo por hoy, el banco del pueblo “B” nos paga un interés del 100% por depositar capital unos días. Hay 25 caminos posibles para llegar del pueblo “A” al pueblo “B”. En algunos de ellos encontraremos ciertos peligros: ladrones armados que quieren robarnos, algunos elevados “peajes” a pagar si las autoridades nos ven pasar (digamos del 20%, 40%, 60% y 80%). También hay caminos libres de dificultades, pero no sabemos con certeza cuáles son.
Podemos llevar el dinero por un solo camino, con el riesgo de perderlo todo o una parte muy significativa si nos topamos con uno de los escollos. Podemos dividirnos en 25 partes iguales (€4.000 por vecino), sabiendo que en algunos casos perderemos todo o una parte del capital, pero otros llegarán intactos. También podemos elegir un número intermedio de vecinos que transporten diferentes cantidades, evaluando los riesgos que consideramos que supone cada camino, pero sabiendo que podemos equivocarnos.
Más vecinos y caminos (más diversificación) diluyen el riesgo. Además, nos aseguran que una parte significativa del capital llegue a destino y genere una rentabilidad que muy probablemente nos permitirá cumplir el objetivo.
Menos vecinos y caminos (más concentración) nos abre un abanico mayor de posibilidades. Se podrá llegar a destino entre el 0% y el 100% del capital, minimizando o maximizando los beneficios.
Llevar todo el dinero por un único camino, sería una decisión a todo o nada: máxima rentabilidad o perderlo todo.
Buscando un punto de equilibrio
La diversificación consiste en determinar el número de empresas que forman parte de una cartera y el peso específico de cada una. El principal objetivo es reducir el riesgo. Esto es crítico porque alguien puede estar completamente equivocado incluso con su mejor idea de inversión. A mayor número de acciones, menor riesgo.
Por otra parte, los amantes de la concentración argumentan que a pocas empresas se las puede conocer muy bien. Requieren menor dedicación, se las puede controlar mejor y ofrecen resultados superiores ya que a ideas más destacadas se les debería asignar un mayor peso.
En cambio, poseer muchas empresas, sin contar con tiempo ni oportunidad de descubrir cuántas de ellas tienen potenciales problemas, es una forma segura de perder dinero. Las posibilidades de éxito (ganarle al mercado) tienden a cero a medida que se agregan más compañías. Quien mucho abarca, poco aprieta.
Según Philip Fisher, el miedo a poseer muy pocas acciones ha provocado que los inversores posean demasiadas, reduciendo el peso de las mejores ideas en la cartera.
Diluir la probabilidad de error o diluir la probabilidad de éxito
La cuestión es cómo diversificar lo suficiente para que el riesgo sea bajo y, al mismo tiempo, concentrar lo necesario para que la rentabilidad no se diluya en una torta demasiado repartida y que nos exija demasiada dedicación.
Burton Malkiel demostró que el riesgo disminuye notablemente cuando incrementamos la diversificación en más de 20 acciones. A partir de dicha cifra, la reducción del riesgo por cada acción agregada resulta poco significativa, mientras que la rentabilidad se asemejará más a la media del mercado.
Su conclusión es que la cartera ideal de un inversor activo que busca superar al mercado debería ser de 20 a 25 acciones. En ese rango se capturan casi todos los beneficios de la diversificación. Por otra parte, la cantidad de compañías que necesita conocer a fondo sigue siendo manejable.
Matices
El modelo de Malkiel supone la equiponderarían de las acciones: cada una estaría pesando entre un 4% y un 5% de la cartera. Por eso, es importante tener en cuenta que alterar este equilibrio, asignando más peso relativo a unas y menos a otras, distorsionaría la ecuación riesgo/beneficio.
Así, por ejemplo, cada empresa ponderada al 8% o al 10% incrementa el riesgo de una porción de la cartera. Por otro lado, las posiciones cuyo peso se reducen por debajo del 4% prácticamente no afectan el nivel de riesgo. De esta manera, las acciones subponderadas no compensan el riesgo extra que aportan aquellas sobreponderadas.
Diversificar no es solo un número
Una empresa líder mundial de consumo masivo con una amplia gama de productos, elaborados en distintas regiones y distribuidos en todo el mundo, aporta mayor diversificación que diez compañías petroleras del oeste canadiense.
No solo el número de compañías nos indica el grado de diversificación de la cartera. Más importante aún es analizar la amplitud geográfica, industrial, de tamaños, de estilos (crecimiento, valor) en la totalidad de la cartera, ya sea que contemos con 10 o con 40 empresas.
Invertir en las empresas puntocom antes del estallido de la burbuja del año 2000, no habría sido tan catastrófico para aquellas carteras diversificadas que hubiesen designado una baja ponderación para este tipo específico de industria. De igual manera, invertir demasiado en un único país nos expone a sus propios riesgos regulatorios, políticos y económicos.
La concentración en un sector de la economía o en un país puede aportar una gran rentabilidad durante mucho tiempo. Sin embargo, en un momento dado también puede resultar una gran destructora de valor.
Cuántas empresas podemos controlar
El número de acciones que podamos seguir depende del tiempo que dediquemos a esta actividad y del tipo de empresas elijamos. Compañías de alto crecimiento o muy expuestas a industrias cambiantes o a regiones turbulentas probablemente requieran un seguimiento más intenso que aquellas que presenten una mayor estabilidad y previsibilidad.
Habitualmente debería bastar con leer los informes anuales. En casos más complejos, se podría agregar un seguimiento a los informes trimestrales y a otras fuentes especializadas.
A modo de ejemplo, un inversor particular experimentado que cuente con una ocupación de tiempo completo, dedique a las inversiones solamente unas horas semanales, e invierta en empresas sólidas y con cierta estabilidad, podría realizar el seguimiento de hasta veinte empresas aproximadamente.
Incidencia de las comisiones en carteras pequeñas
En carteras de hasta cierto capital, las comisiones del broker pueden ser determinantes en la diversificación, ya que suelen cobrar un importe mínimo por cada transacción de compra y de venta. Cuando se realiza una operación por un bajo importe, la comisión puede tornarse tan significativa que será preferible no ejecutarla.
Un ejemplo extremo: contando con un capital de €6.000, un broker que cobra un mínimo de €15 por operación y una diversificación de 30 empresas equiponderadas en €200 cada una, las comisiones totalizarían alrededor de €900 (30 compras más 30 ventas futuras a €15 cada una), lo que representa un 15% del patrimonio invertido.
Por eso, en carteras pequeñas, es necesario asumir una mayor concentración (y riesgo) en algunas acciones. Alternativamente, unos pocos fondos de inversión/ETFs nos pueden ofrecer una mayor diversificación asumiendo menos riesgo y con una menor incidencia de comisiones.
A medida que el tamaño de la cartera aumenta, el impacto relativo de las comisiones disminuye. Esto sucede siempre que no exista excesiva diversificación, se opere con un broker de bajo costo y no se realicen operaciones de compraventa con demasiada frecuencia.
Fuentes:
Un paseo aleatorio por Wall Street, Burton Malkiel, 1973
Acciones ordinarias y beneficios extraordinarios, Philip Fisher, 1958