Del círculo de competencia al círculo de confort
La importancia de comprender nuestros activos. Cuando la competencia se convierte en comodidad. Aprendizaje compuesto. Sesgos de afinidad.
El consejo más efectivo y universal que todos los inversores necesitamos es nunca comprar activos que no comprendemos. Se trata de una máxima difundida y repetida hasta el hartazgo, aunque su aplicación lamentablemente no resulta tan extendida en la comunidad financiera.
Las actitudes ludópatas invitan al fracaso. También el seguimiento de consejos de terceros o el copiado de ideas ajenas sin un análisis exhaustivo. Al comprar sin la suficiente convicción nos exponemos a elevadas probabilidades de sufrir pérdidas permanentes de capital.
Aunque no existen inversiones cien por ciento seguras, entender dónde nos estamos metiendo es, junto con la diversificación, el principal antídoto para el riesgo.
Círculo de competencia
Saber bien en qué invertimos implica generalmente limitarnos a nuestro círculo de competencia. Esto significa restringir nuestra actuación al conjunto de activos, empresas, industrias o geografías que podemos y deseamos conocer y entender en profundidad.
Limitarnos a actuar sin salirnos de este espacio que controlamos es otra de las recomendaciones ampliamente popularizadas, tanto para novatos como para los inversores más avanzados.
El círculo de competencia es individual y dinámico. Las preferencias y conocimientos difieren entre inversores. A su vez, una persona es capaz de ampliar su propio círculo a lo largo del tiempo. También puede reducirlo cuando su saber en un ámbito de actuación queda obsoleto ante el avance tecnológico o los cambios en las tendencias de mercado.
Círculo de confort
El problema acontece cuando el círculo de competencia se convierte en un círculo de confort. Es decir, cuando nos encerramos voluntariamente en nuestro pequeño espacio de conocimiento. Un rincón en el que nos sentimos seguros y cómodos, donde funcionamos de manera casi inconsciente y sin realizar esfuerzos.
De esta manera, frecuentemente dejamos pasar la chance de expandir nuestros conocimientos, estudiar otros negocios y mercados, o comprender nuevos activos que están a nuestro alcance. Restringiendo demasiado nuestro campo de actuación no solamente nos privamos de aprovechar oportunidades, sino también incurrimos en una mayor concentración del riesgo al condicionar la diversidad de activos en cartera.
Es una cuestión de actitud elegir cada día si seguiremos pescando en nuestro barril o si daremos un paso más hacia el mar abierto. El confort es un importante obstáculo a la hora de ampliar nuestras posibilidades. Esta idea excede ampliamente al mundo de la inversión.
Aprendizaje compuesto
Extender nuestro círculo de competencia requiere una gran dedicación, la superación de miedos (ej. al fracaso, a la equivocación) o creencias limitantes (ej. falta de autoconfianza) y la voluntad de atravesar largas curvas de aprendizaje. Para ello, es imprescindible una elevada predisposición y un humilde reconocimiento de lo que no sabemos y de lo que queremos mejorar.
Uno de los genes que caracteriza a los inversores más exitosos es un voraz apetito por la continua autosuperación, junto con una insaciable curiosidad y una gran vocación por la lectura. Charlie Munger es, quizás, uno de los más fieles exponentes en este sentido.
“Una inversión en conocimiento paga el mejor interés”, dijo Benjamin Franklin. Y es que el interés del conocimiento también se compone, como la rentabilidad. Este efecto se produce cuando interrelacionamos los aprendizajes acumulados y cuando adquirimos la capacidad de incorporarlos de manera más veloz y eficiente. El resultado a largo plazo es la multiplicación del conocimiento. De esta manera, su crecimiento puede ser exponencial.
El aprendizaje no se adquiere únicamente mediante la asimilación de la teoría. También llega a través de la experiencia, entendida como los errores acumulados a lo largo de la vida.
Solamente por medio del aprendizaje es posible incorporar nuevas habilidades y ampliar nuestro círculo de competencia para lograr resultados superadores.
Sesgos
Otro de los peligros de autolimitar nuestro círculo de competencia es la posibilidad de recaer en sesgos de afinidad. Esto ocurre cuando, por ejemplo, priorizamos las inversiones en valores propios, como el país de residencia, las empresas que nos resultan familiares o aquellas entidades que sepamos pronunciar correctamente.
De esta manera, nos auto-boicoteamos para acceder a mercados o activos que pueden ofrecer mayor potencial de rentabilidad y que quizás no nos demandarían esfuerzos tan significativos.
Privarnos de explorar ambientes ajenos a nuestra identidad constituye un sesgo emocional que nos expone a elevados riesgos geográficos o sectoriales.
Paradoja
Probablemente comprar activos que conocemos bien es la mejor lección que podemos aprender como inversores. Para ello, es conveniente, sin lugar a dudas, actuar limitándonos a nuestro propio círculo de competencia.
Sin embargo, ese mismo círculo de competencia puede volvernos menos competentes en materia de inversiones cuando se traspasa la delgada línea que lo separa del círculo de confort. Una pequeña cárcel autogenerada y reforzada por sesgos que nos aleja del aprendizaje tan necesario para la inversión exitosa y el crecimiento.
Por eso, tengamos cuidado con confundir competencia con comodidad. La frontera entre ambos círculos es muy difusa.
Bonus con humor: el confort del idiota
Todos conocemos a alguien que se aferra con uñas y dientes a su comodidad, a tal punto que es capaz de hacer y decir cualquier cosa con tal de que alguien más acuda a solucionarle sus propios problemas: